viernes, 25 de diciembre de 2009

Primer encuentro

- ¿Puede oírme? – abrí con lentitud los ojos acostumbrándolos de nuevo a la tenue luz. Me dolía mucho la cabeza pero eso no me importó en aquel instante. Pude verla muy de cerca. Como si acariciara el cielo con sus palabras, volvió a hablarme.
- ¿Oiga? – Abrí aún más los párpados deleitándome de su bella figura. Su magnética mirada me atrapó. Sus ojos eran pequeños y verdes, y sus mejillas brillaban carmesíes en su morena piel.

Qué decir de sus sedosos cabellos recogidos en una coleta que dejaban ver su delgada y hermosa tez. Relucían jóvenes en la oscuridad de lo que parecía ser mi pasillo de madera. Al verme reaccionar, sonrió, y por inercia la imité. Pensé que había quedado un poco estúpido al contestarle con una tímida sonrisa de adolescente. Cerré los ojos intentando centrarme. ¿Sería un ángel?
- Iba a llamar al hospital. Le oí gritar desde el pasillo y como tiene la puerta abierta, pues… - intentó excusarse con suma inocencia. Separé los labios para intentar entonar palabra pero no salió más que polvo.

Pareció preocuparse al ver que no podía hablar, e intentó erguirme. Su tacto era suave y mi piel se erizó al sentir el extraño tacto que tanto añoraba. Me sostuvo durante unos segundos por la espalda, para intentar levantarme boca arriba, entonces al ver que le requería un gran esfuerzo, posé las manos sobre la madera detrás de mi espalda, sosteniéndome por mi mismo. Me soltó ahora que podía sostenerme y en mis adentros resoplé esperando que no lo hiciera.

-¿Mejor? – se recogió un poco el flequillo, posándolo detrás de su oreja. Ahora que podía verla en su entera complexión fue cuando de verdad quedé absorto en sus curvas. El tiempo parecía que la meciera entre sus brazos, y mientras tanto se detuviese en aquel momento. Iba vestida con un vestido verde que combinaba con el color de sus ojos. Era perfecta, o eso creí en ese momento.

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