sábado, 19 de diciembre de 2009

Memento mori

Quién pensó que acabaría así.

Yo no podía saberlo. Cuando quieres saber algo, intentas entenderlo, comprenderlo, abrirte a todas las posibilidades, pero nunca quieres pensar en lo peor, y si piensas en ello, nunca es lo suficientemente malo como para que luego digas que realmente habías creído en ello.
Nadie me advirtió que era tan doloroso. ¿Acaso no hablaban de un final feliz? Embusteros… Mentiras y farsas, cuentos para niños, nada real, ficción y pasión. A la hora de la verdad, la fantasía no es un refugio seguro, y aunque en un mundo de ciegos, el tuerto es el Rey, ni siquiera éste podía ver ahora y aconsejarme esta vez.

La oscuridad me hundía cada vez más en mi lúgubre cuarto. Cada día hacía más frío. ¿Frío? ¿En realidad qué es el frío? ¿La ausencia de calor? ¿Del calor de aquella persona que falta, pero que no siempre estuvo? Te acostumbraste, aunque no debías. ¿Qué sabías? No sabías, esa es la cuestión. No sabías que nada es para siempre, que nunca digas nunca, pero que tampoco digas siempre.

No te confundas… pero qué demonios… ¿Por qué te cuento esto? No quiero aburrirte con mis tonterías… solo sé que no sé nada, y por eso te pregunto, ¿Qué es ser feliz para ti? ¿Qué hace levantarte cada día y seguir esta rutina? ¿Tus amigos, tu pareja, tus estudios, tu familia…? ¿Cuál es tu batería?

Yo ya no creo, y cuando no crees, no hay nada que te empuje. Estoy estancado, en la vida, pasa el tiempo y hago cosas, pero en realidad no hago nada. Ah, si. Hago algo…vivir…vivir por vivir, pues no hay finalidad en mi acto, sino en el de vivir… hasta morir.

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