sábado, 29 de mayo de 2010

La playa

Se agachó de rodillas sobre la arena. Esta le producía una extraña calidez en los pies, y le ponía nervioso. Atrapó un puñado entre sus escuálidos dedos y se volvió a erguir, dejando que el torrente de arena se deslizase por ambos lados de su palma hasta posarse otra vez sobre el resto de la playa. Al desaparecer el último grano que podía caer, observó su mano, ensimismado. Quedaban unos cientos de ellos inmóviles pegados sobre esta. Se imaginó que cada uno de ellos fuese uno de los sueños que aún seguían en él, y que no se habían evaporado como el resto de granitos de arena que habían caído en el inmenso desierto arenoso de esperanzas rotas.
El mar, calmado, de vez en cuando, se acercaba tímidamente empujado por las olas, para arrastrar parte de estos sueños, y llevárselos a su interior.
Se quedó fijamente mirando el proceso. Parecía como si el mar intentase engullir estas esperanzas perdidas, ayudando a olvidarnos de todo lo que nos hizo sufrir antaño. Empezó él, a especular, sobre si el oleaje deseaba también arrastrarle a él hasta el fondo marino, o si su único propósito era en realidad el de hacernos olvidar nuestros dolorosos recuerdos.
De la misma manera, la orilla llegó hasta él, y le acarició el dorso de sus pies, produciéndole esta vez una calma infinita. Más tranquilo, sonrió deseando que todo lo que había pensado fuese de verdad, y que el mar realmente fuese ese amigo que siempre estuvo ahí. Había algo, y él lo sabía. Se volvió a mirar la mano, y con la otra sacó una arrugada servilleta, donde depositó con sumo cuidado las pequeñas y conectas esperanzas, deseos y sueños que aún quedaban en la palma de su mano. Asintió y los guardó con la servilleta en su bolsillo izquierdo.
Nunca había estado tan seguro de si mismo como en aquel instante.
Por fin sabía qué quería.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Oirte

Qué fácil sería acercar el oído a su frente y pararse a escuchar lo que piensa, aunque lo que fueses a oir no es lo que querías saber, pero es que una vez más las verdades golpean como puños.
Envidio a los ignorantes y a los despreocupados.
Qué bien viven.

lunes, 17 de mayo de 2010

Insignificante destino

Sentía como sus golpes le destrozaba por dentro varias costillas. Deseó que las astillas se clavaran en su corazón y acabasen con ese dolor visceral. El ardor no cesaba y cada vez eran más las ganas que tenía de desistir, pero su orgullo se lo impedía. El siguiente golpe a pesar de un intento de protegerse, fue directo al pómulo y a parte de su órbita izquierda. A pesar de tener los ojos cerrados, sabía que cuando los abriera no iba a ver del todo bien, si es que podría abrirlo.
- ¿Ahora no eres tan valiente? – Decía su agresor mientras le seguía vapuleando con odio – De esta no te libras.
Él quería llorar. Él no quería morir, y quería volver a su familia, pero tenía unos ideales y no podía renegar de ellos. No podía dejar de ser quien era y de pensar lo que pensaba, aunque supiese que su vida se iría en ello.
-¡Suplícame bastardo, y te dejaré marchar con tus sucios compañeros para que les cuentes con quien están jugando!
Sabía que era su momento y que aquí acabaría todo su recorrido, pero más allá de todo aquello, y por encima de todo lo demás, él sabía que tarde o temprano, las cosas cambiarían para mejor, y él quería aportar su granito de arena.
- No podréis doblegarlos por mucho más tiempo, cerdo. Pronto levantarán de su letargo, y todos vosotros, caeréis. Además, podrás quitarme la vida, pero mi memoria e ideales perdurarán para siempre entre los que me conocían y amaban. Así que púdrete con los tuyos en el infierno – Consiguió vocalizar con una última sonrisa, antes de que el agresor sacase un revólver y con rencor, le volase los sesos sin más miramientos, por una parte, terminando el agónico dolor de la víctima. Escupió sobre el cadáver y se marchó removiendo la tierra con sus botas, dejando que los hilos del destino tejieran la siguiente fase de la historia desencadenada por un simple asesinato, a primera vista, insignificante, como la vida misma.

domingo, 16 de mayo de 2010

Realidades

Duele hacerse a la realidad. Me duele de verdad.
Y de la misma manera que caen piedras, otras vuelven a colocarse en ese muro entre mis sentimientos y el exterior. La única ventana entre estos dos lugares son estas palabras que tristemente escribo para desahogarme, pues no encuentro otro lugar donde desecharlas. Somos insignificantes, y nuestros sentimientos aún más. No le interesan a nadie, pero yo no escribo para los demás, sino para mí.
Cada vez me doy más cuenta de lo solo que puede llegar a estar uno, aun estando rodeado de gente. A la hora de la verdad, lo que cuenta es tu interior y cuando te sientes solo, no hay forma de llenar ese hueco. Y cada detalle parece importante, cada momento te hace pensar, pero esa felicidad se evapora con la misma facilidad con cada fría palabra o pequeño gesto contradictorio. No me gusta la cruda realidad, y sin embargo, tengo que seguir adelante. Es triste y doloroso.
Lo peor de todo es que estas palabras caerán en agujero roto, igual que todo lo que parece que no hago. Aún más, parecerá que intento llamar algún tipo de atención o intentase hacerme la víctima. Debo ser estúpido, estúpido por creer en mis sueños. Realmente estúpido, por actuar, creer, y ser quien soy.

jueves, 13 de mayo de 2010

Atrapados

Al fin y al acabo, nuestra vida es nuestra y solo nuestra, dicen los más parlantes.

No creo que eso sea factible, porque las influencias externas que continuamente recibimos son una fuente muy poderosa de modelación. ¿Habría alguna manera de librarse de ellas de forma definitiva y permanente para poder ser y vivir independientemente?
Me gustaría poder decidir sin tener influencias o disposiciones preconcebidas, pero eso es imposible, porque todos estamos condicionados por el resto, por lo más cercano, pero aún así la vida es nuestra y solo nuestra, vuelven a decirme. Y ahora les pregunto, ¿dónde está la lógica de eso? Lo único que pasa aquí es que luego el que paga el plato roto somos nosotros mismos. Las consecuencias de nuestros actos, aunque sean irremediablemente influidas por los demás, son nuestras.
Es injusto, ¿por qué debiéramos de sufrir por lo que el resto ha hecho en nosotros? Es algo que no podemos evitar, y sin embargo, somos nosotros los que al final tenemos que acarrear con la carga.
Entonces dirán algunos que somos adultos y humanos pensantes, que podemos decidir por nosotros mismos, pero yo les digo, no es fácil, es mas, imposible. Sigo sosteniendo que las presiones externas son demasiado fuertes y constantes en nosotros, ya que aunque intentemos pensar y repensar en nuestros actos y vida en general, pensar implica reflexionar, y aplicarnos unas conductas, y esos pensamientos de dónde vienen... ¿Ahora lo entendéis?
¡Estamos totalmente influidos por todo lo que nos rodea! Incluso nuestra propia mente está bajo el control de pensamientos ajenos, nuestra forma de ser, nuestra forma de pensar, y de actuar, todo está influido. Somos una larga cadena de errores y sentimientos que nos atan permanentemente entre todos y de forma completamente irremediable! Es injusto ser dependiente, vivir en sociedad.

De la misma manera, los sentimientos que nos atan a las personas más cercanas son fuertes, y nos determinan (¡Como a una célula! Si tenía que soltar algún comentario de ese tipo para quitarle hierro al asunto…). Y a lo que iba… no consigo dejar de pensar en todo.
Me influye demasiado.

martes, 11 de mayo de 2010

12M 00:40

Y agonizo entre suspiros,
pensando lo que no es y podría ser.
Y se me pierde la cabeza,
sin rumbo caminaré.

Si solo supiese lo que piensas
si solo fuese verdad que algo escondes,
un algo que nunca podré saber
temiendo que te vayas,
que miedo tengas de hablarme.

Ese querido algo que nunca podré saber...
por temor a que nunca más tenga que suspirar,
porque aunque agonice entre suspiros,
sigue siendo por alguien especial.

jueves, 6 de mayo de 2010

¿Te recuerdo?

Un sueño. Esperanza.
Positividad. Esa es la actitud.
Multitudes y actitudes.
Incertidumbre. Dudas de todo.
Entre la espada y la pared.
Tienes miedo. Tragas saliva.
Silencio una vez más. Negatividad... desengaño.
Y vuelta a empezar, mientras recoges los cristales rotos...
...el viento sigue llevándose pétalos de Abril.

martes, 4 de mayo de 2010

Entre nosotros.

-Dígame usted qué piensa de mí – le susurró él a ella.
-Usted es magnífico – le contestó.
-¿De verdad lo cree? – se ilusionó.
-¿Me cree usted a mí? Esa es la cuestión.
-Dígame que le gusta de mí – dejo caer él.
-Todo – no dudo en contestar de nuevo.
-¿De veras? – preguntó incrédulo.
-¿Sigue sin creerme?
-Me cuesta pensarlo. Creía que me odiaba.
-Y le odio. Por eso mismo creo que es magnífico.
-¿Cómo puede odiar algo que le atrae en su total complejidad?
-Envidia quizá.
-Eso me a pena. Yo la amo. Desde siempre.
-Pues yo le odio, pero sigo creyendo que usted es magnífico. Y no dudo que me guste. Pero le odio, no le amo. Quizá en un tiempo pueda llegar a sentir algo.
-No me diga eso… ¿Ahora qué he de hacer yo hasta entonces? No puedo vivir con este pesar – se lamentó profundamente, mientras buscaba la mirada de su amada.
-No puedo. Déjeme vivir, por favor – apretó el gatillo y todo acabó – Ahora si. Ahora puedo amarle.
-Gracias… - y se apagó su aliento.