viernes, 30 de abril de 2010

Cuando termina la primavera

Una vez más me siento desorientado. Qué debería hacer, o siquiera pensar, de algo tan obvio como es lo que siento. En realidad, no es tan fácil. ¿Cómo saber si de verdad lo que sientes es real, o si solo es una imagen de lo que pareciste creer?
De algo estoy seguro, y es que aunque no se muestre, cuando haces lo que sea porque esa persona esté mejor, es porque algo hay, aunque sea cariño. Del cariño al amor, ¿cuántos pasos hay? ¿Hará falta algún transporte? Ojala no existiese nada.
Yo creo que es demasiado fácil caer en la tentación, una tentación demasiado fuerte cuando alguien está ahí siempre.
Una vez más me siento oprimido. Me siento inútil. Y lo peor de todo, es que siento, y que ese sentimiento no puede liberarse de su encadenamiento.
Quizá le doy demasiada importancia a algo que no puede ser, o demasiada importancia a algo insignificante. Algunos dirían que es tontería, pero eso es porque no tienen ni idea de lo que es esta sensación. ¿A dónde fue a parar esa seguridad en que todo saldría como debe ser? Nunca es lo que se quiere, porque entonces sería todo demasiado sencillo, y la vida, no es nada, si no la sientes, aunque sea con la persona que te hace sentir. La que te hace sufrir, pero no puedes dejar ir…

Y una vez más, me desahogo en estas palabras que se consumen en el tiempo, como el viento se lleva el último pétalo de una larga primavera, que nunca acaba gracias a ti.
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*La historia sigue aparcada*

martes, 27 de abril de 2010

El Bonito

El bonito aparece oteando el terreno cual gallo de corral y canjea por estupidez, un anal comentario, romántico como él solo: “Mira ese tío que tonto. Me da rabia hasta mirarlo ¿Le azotamos hasta que diga que soy más guapo?” El bonito alza su pecho, y mira con recelo al diferente, que tranquilamente pasa su agradable tarde en el bar.
Pisotea la dignidad ajena, creyéndose muy seguro de si mismo y con pleno derecho a hacerlo, y a su vez ríe, comentando lo valiente que fue contra aquellos individuos, al parecer omitiendo, que él les sobrepasaba una decena de años más.
Confía en su habilidad manipuladora, pensando que tiene carisma, o algún tipo de virtud que todos creen ver, para luego poder manejar a su séquito de hienas que pegan risotadas con cada rebuzno que derrocha este individuo vestido de payaso, pensando que así le seguirán lamiendo su señorial trasero.
Cree tener el real título del más bello del lugar, cuando su hedor deja tanto que desear. Una mezcla entre sudor acumulado de sus cinco horas en el gimnasio y 2 litros de colonia de alguna marca que probablemente le haya costado más que sus libros de lengua, guardados en algún sucio cajón.
Poca seguridad interior, impregnada de su patética infancia. Se piensa que sin impunidad sus actos van a pasar, pero luego el que en el trabajo órdenes le va a dar, era uno de esos que el creía juzgar.
Deje usted de alardear de una supuesta inteligencia, que lo único que hace es delatar su más tozuda ignorancia. La gente con dos dedos de frente le huele a la legua, y sin necedades, se apartan, pues para razonar con la pared, mejor hablar con el gato.
No sea usted borrico, y al menos reconozca, que para tal espécimen, cualidad tenía que tener: no le pesará mucho la cabeza, para albergar tal cerebro de avestruz.
Vaya al psiquiatra, o en su defecto a un circo, a ver si allí lo quieren, don Bonito.

domingo, 25 de abril de 2010

De uno a otro

*No es parte de la trama, otro texto fuera de lugar en este pequeño mundo*

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La calma de la noche es total, y es cuando realmente puedes ver con claridad la oscuridad que antes rodeaba tu pensamiento. Cuando estás solo y puedes pensar por encima de cualquier banalidad, es tu momento.
Todo te preocupa, pero al menos ya puedes saber qué era eso que presionaba el pecho. Sueltas todo lo que tienes, no te guardas nada una vez traspasada esa línea de angustia.
Iluso no es el que vive de la ilusión de este mundo, sino el que vive sin saber que vive en este mundo. Y ahora, cuando ya lo sabes, nada pasó como esperabas. Qué más da, si al final todo sale, no de la forma que esperabas, pero sale. No creas en destinos, pero tampoco dejes de pensar que todo va hacia un punto de donde todos vinimos, porque tarde o temprano, todo vuelve a su lugar, porque todos fuimos, pero volvimos, cuando caímos.
Quizá eso es lo que te hace vivir, saber que aún te queda por vivir, porque cuando sufres, sabes que estás vivo, y que cuando dejes de sufrir, querrás seguir viviendo, y cuando mueras, todo dejará de existir.

No pierdas la esperanza, hermano – le dijo el anciano al crío.