martes, 22 de diciembre de 2009

Brisa de campo

Recuerdo cuando aún vivíamos en el pueblo, antes de que mi padre nos trajese a Madrid. Los baños en el río y cuando íbamos a robar tomates al Vicente. Siempre salía con puño alzado gritando improperios contra toda nuestra familia y difuntos. Tenía un enorme trigal por donde mi hermano y yo corríamos juntos, libres. Ahí todo era emoción, confianza entre ambos. Éramos compañeros de juergas y de amistad. Siempre me trataba bien como si cada día que pasaba me quisiera ayudar a mejorar, como si quisiera ser el padre que nunca tuve. Lo recuerdo como mi gran ídolo de persona. Siempre tan sonriente, esperanzador. Irradiaba madurez. Me hacía sentir cómodo, sin preocupaciones, como si pudiese hacer todo y más en la vida, donde las preocupaciones habitaban en el olvido. La vida en el campo sin duda era agradable, incluso cuando aquel día me rompí la cabeza saltando de un lado al otro del río. Cuando vi a mi hermano saltar tan ágil y fuerte, no pude evitar imitarlo. Encima él me llevó hasta casa, y trajo al médico corriendo, incluso se puso malo por meterse en el río a buscarme. Qué tiempos. Algunos recuerdos jamás se olvidan, por eso mismo son recuerdos, porque los recuerdas incluso cuando todo está perdido. Mis recuerdos no siempre fueron buenos, pero con seguridad os diré que nunca podré borrar, por muchas gomas que tengan los lápices, estos recuerdos de mi mente, aunque solo sea, por conservar esa virtuosa imagen de mi hermano.

No sé como pudo cambiar tanto…

De repente se me nubló la mente. Empecé a ver oscuridad, y caí de rodillas dejando caer a mi gata al suelo. Un penetrante sonido inundo mis pensamientos, rozando contra las paredes de mi cráneo. Resonando. Insoportable. Me agarré con desesperación del pelo y grité de rabia, intentando alejar los quejidos de mis adentros. Posé mi cabeza contra el suelo, con ambas rodillas hundida en la madera. Todo vibraba y mis ojos cada vez captaban menos luz. Lo último que recuerdo es que me desplomé, y tras un sordo ruido, se hizo el silencio.

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