lunes, 17 de mayo de 2010

Insignificante destino

Sentía como sus golpes le destrozaba por dentro varias costillas. Deseó que las astillas se clavaran en su corazón y acabasen con ese dolor visceral. El ardor no cesaba y cada vez eran más las ganas que tenía de desistir, pero su orgullo se lo impedía. El siguiente golpe a pesar de un intento de protegerse, fue directo al pómulo y a parte de su órbita izquierda. A pesar de tener los ojos cerrados, sabía que cuando los abriera no iba a ver del todo bien, si es que podría abrirlo.
- ¿Ahora no eres tan valiente? – Decía su agresor mientras le seguía vapuleando con odio – De esta no te libras.
Él quería llorar. Él no quería morir, y quería volver a su familia, pero tenía unos ideales y no podía renegar de ellos. No podía dejar de ser quien era y de pensar lo que pensaba, aunque supiese que su vida se iría en ello.
-¡Suplícame bastardo, y te dejaré marchar con tus sucios compañeros para que les cuentes con quien están jugando!
Sabía que era su momento y que aquí acabaría todo su recorrido, pero más allá de todo aquello, y por encima de todo lo demás, él sabía que tarde o temprano, las cosas cambiarían para mejor, y él quería aportar su granito de arena.
- No podréis doblegarlos por mucho más tiempo, cerdo. Pronto levantarán de su letargo, y todos vosotros, caeréis. Además, podrás quitarme la vida, pero mi memoria e ideales perdurarán para siempre entre los que me conocían y amaban. Así que púdrete con los tuyos en el infierno – Consiguió vocalizar con una última sonrisa, antes de que el agresor sacase un revólver y con rencor, le volase los sesos sin más miramientos, por una parte, terminando el agónico dolor de la víctima. Escupió sobre el cadáver y se marchó removiendo la tierra con sus botas, dejando que los hilos del destino tejieran la siguiente fase de la historia desencadenada por un simple asesinato, a primera vista, insignificante, como la vida misma.

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