martes, 25 de enero de 2011

Más cerca

Dio una larga calada. No esperaba nada.
No tenía donde vivir, ni donde soñar. Sin embargo, en la tempestad, parpadeó una señal. Temía que no fue lo que es. Temía que sintiese otra vez lo que le hizo empequeñecer. ¿Esperanza? Si hay una palabra es esa.
Hacía tiempo que no se sentía así. Que sentía algo, algo diminuto pero que podría crecer. Tiempo, calor y una mente abierta, abierta a todas las posibilidades, como siempre tuvo, era lo necesario para florecer entre las raíces de la incertidumbre.
¿Por qué pararse en el camino? ¿Por qué ahora que estaba todo en su lugar arriesgarse? No debía caer en los mismos errores, no podía volver a abrasar sus barreras, volver a ser lo que no quería ser.
Esa pequeña y parpadeante sensación que le inundaba no quería ceder, y terminó por cogerla. No quería soltarla, pero tampoco apretarla. Demasiada carga que no soportaría tanta tabla de madera podrida. El constructor no se paró en su afán por transportar sus ideas a la realidad, y así fue como tras abrazar la incolora luz, que poco a poco iba tomando forma en su frágil mente, pudo sentir que volvía esperar algo.
Dio otra larga calada, e imaginó que esperaba, encerrando sus malestares para poder apreciar esa pequeña señal en el fondo de la oscuridad. Tan real, pero tan tenue.

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