miércoles, 3 de noviembre de 2010

La oveja negra

El eco de las palabras que deslizan los frágiles cimientos de las paredes.
El vetar de mi curvado pastor cuando intento seguir el rebaño.
La ventana de mi pequeña casa hacia el cielo, cerrándose con cada mirada.
La nación que intento construir con mis propios espantapájaros.
Piso un charco y no me mojo, rompo una botella y no me corto, aún así, la mala suerte no se amarga.
¿Quieres?
No te antojo, pero cuando menos te lo esperes vuelvo a desearte, y me caigo en los charcos de cristales que había creado entre las cuatro paredes de esta pequeña casa cerrada al cielo, para que entonces, cuando la oveja negra le llore al pastor, y quede sola en la fría nación de paja e insana clausura, nunca pueda decir que no tenté a la suerte.

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